sábado, 10 de abril de 2010

En la noche, pensando en ti

En realidad, debería haber subido un par de fics que ya estaban terminados, pero ya que este bebé no quiere ser mandado por MSN, tendrá el privilegio de ¿inaugurar? este blog ^^

Sin decir más, disfrútenlo ^O^


En la noche, pensando en ti

La cena había pasado como siempre. Frente suyo no hacían más que bombardearlo con preguntas estúpidas, igual a todas las personas con las que estaba cenando gracias a ese estúpido concurso. Por suerte, ni llevaba la cuenta de la cantidad de personas con las que había cenado, ni de la cantidad de preguntas que carecían de sentido a la cual era sometido cada quincena… o semana… ya ni de eso se acordaba.
Lo único que deseaba era que aquella tortura se terminara de una vez. Esa noche, fue a un conocido centro nocturno con un compañero de trabajo. Aunque estaba un poco cansado, accedió al pedido, ya que necesitaba despejarse un poco. Pero, las burlas de su compañero no hacían más que agotarlo, ahora, mentalmente; pero al menos, tenía la decencia de terminar las burlas cuando veía en su rostro una expresión demasiada cercana al odio para con él.
Pero, apenas entraron al lugar, un individuo de la parte VIP, les informó que una persona no deseada por él estaba por ir al lugar. Su compañero le dijo que lo acompañara hasta su auto, el cual estaba en el estacionamiento, en el subsuelo.
Ambos se dirigieron allá y el dueño del auto hurgó en el baúl de su Aston Martin hasta hallar lo que estaba buscando.
­ Toma, ponte esto y vete – Le dijo.
­ Estás… loco…
­ Si te cruzas con ella no vas a terminar bien de la cabeza – Le dijo el aludido -. Ya, ponte esto entre esas columnas de allá que casi no hay luz. Yo te espero aquí.
A los pocos minutos, apareció frente suyo una bonita damisela de larga cabellera rubia. Llevaba un vestido blanco hasta la altura de las rodillas. El mismo era simple, pero llevaba encima una delicada tela superpuesta de encaje. Había que admitir que las botas negras que llevaba les combinaban perfectamente con el mismo.
Su expresión mezclada con sorpresa y la duda hicieron que su compañero lanzara una risita.
­ Sabía que tarde o temprano ibas a tener algún problema, así que lo traje. Te queda muy bien ahora que lo pienso – Dijo, llevándose una mano al mentón, observándolo de pies a cabeza.
­ Cállate. No quiero tu opinión.
­ Bueno, “señorita”, váyase – Le dijo, extendiéndole las llaves.
­ ¿Cómo vas a volverte?
­ Ya encontraré a alguien que me lleve.
­ Gracias.
­ No hay de qué.
El muchacho entró al auto y se fue a toda marcha al hotel. Entró a hurtadillas, si es que eso es posible en un famoso hotel en medio del centro de la ciudad, pero increíblemente pudo ir hasta la habitación sin mayores contratiempos.
Entró a la misma, la cual había sido alquilaba junto con unos amigos cada uno por diferentes motivos.
Se sorprendió un poco al ver, en el living, cosas como colillas de cigarrillos, botellas y objetos que descansaban sobre la pequeña mesa entre los sillones tiradas en el suelo. Hasta una de las botellas estaba a punto de caerse de la mesa, puesto que estaba en el borde de la misma. La dejó sobre la mesa y observó el panorama.
Suspiró. No estaba con ánimos de meterse en el papel de amo de casa, sobre todo cuando él no había sido culpable del desorden.
Entró a la habitación y observó al sujeto mirando a la nada que estaba sentado en la cama. Entre sus manos descansaba un cigarrillo apagado cuya ceniza estaba en el suelo.
­ Así que tú fuiste el causante del desorden de allá… - Dijo, dirigiéndose luego, a la mesa redonda que estaba a unos cuantos pasos de los pies de la cama, para dejar sobre la misma su ropa y su mochila -. Sueña que seré yo quien va a acomodar eso.
Sin percatarse de ello, unos orbes oscuros lo estaban devorando por detrás. Quizás por la borrachera de hacía unas pocas horas atrás, no podía darse cuenta de quién era la persona que tenía en frente. De lo que sí estaba seguro era de que su satisfacción no estaba completa… Sigilosamente se levantó de la cama, lanzando en silencio la colilla al suelo. El sujeto frente suyo, no paraba de hablar, pero sus palabras no llegaban a sus oídos, pero esto, por no querer hacerlo.
A medida que se acercaba, contemplaba lo que estaba frente suyo: un delicado vestido, una rubia cabellera, unas piernas envidiables. Sin darle tiempo a que pensara algo, lo abrazó.
Las voces que le taladraban el cerebro se apagaron por completo.
­ Ry… ¿Ryo-chan? ¿Qué sucede?
No obtuvo respuesta alguna. Sentía la cálida respiración de Ryo sobre su cuello. Sus manos estaban entrelazadas sobre su regazo. Su cabeza, apoyada sobre su hombro. Se quedó inmóvil, esas fueron las únicas palabras que pudo pronunciar. No encontraba explicación a esa situación. Simplemente, iba a esperar a que se le pasara, pero, aparentemente, eso no iba a ocurrir a la brevedad.
Pero, por algún motivo, se sentía bien estar así, era algo que jamás había vivido, un abrazo.
Bueno, sí muchas personas lo había abrazado, pero aquello era… ni siquiera él lo sabía, pero sentía que era un abrazo que jamás había experimentado.
Sintió cómo las manos de Ryo lo tomaban de la cintura para girarlo.
Lo miró a los ojos. Se notaba que había estado tomando. Sus ojos lo delataban. Pero allí vio algo más. Allí se dio cuenta de que ese abrazo, pero más que nada, el haberse quedado inmóvil y mudo, le iba a llevar toda una noche remediar…
Instintivamente, se agarró de la mesa con una mano, ocasionando que la ropa mal acomodada sobre la misma cayera al suelo. Ladeó su cabeza hacia la ropa, sintió una mano que tomaba su rostro y a los pocos segundos, unos labios que acaparaban los suyos.
Abrió sus ojos como platos. Sentía sobre sus labios un sabor exquisito, un aroma que lo embriagaba. Abrió sus labios, al igual que Ryo. Rodeó su cuello con ambos brazos. Por el contrario, el sujeto frente suyo rodeó su cintura con fuerza. Se separaban momentáneamente para tomar aire.
No podía encontrarle explicación lógica a esa situación. Nunca se había sentido atraído por ninguno de sus compañeros, por ninguno de sus amigos, ni siquiera por Massu, con quien compartía más tiempo que con nadie, ni siquiera por quien tenía enfrente, a un sexy hombre proveniente de Osaka.
Sintió que una de las manos que descansaba sobre su cintura bajaba y se colaban dentro del vestido. Abrió sus ojos, percatándose de que Ryo lo estaba mirando directo a los ojos. Esa mirada no la había visto nunca. Era una mirada que dictaminaba prácticamente su sentencia de muerte. Lo dejó todavía más inmóvil de lo que se encontraba, más mudo. Era la mirada de una fiera contemplando a una presa indefensa.
Ahora eran ambas manos las que estaban sobre el mismo sitio que antes, pero esta vez, por debajo del vestido.
Una de esas manos se colocó sobre su nuca, atrayéndolo todavía más hacia él, haciendo más profundo ese interminable beso. Cerró sus ojos, no quería ver esa mirada, no podía, sabía que si lo hacía iba a caer en la tentación y jamás iba a volver a ser como antes. Nada iba a ser como antes.
Ryo se giró junto con él y lo llevó hacia la cama. Lo depositó suavemente sobre la misma y dejó de besarlo.
La respiración de ambos estaba agitada. Las mejillas de la persona sobre la cama estaban sonrojadas.
Quería preguntar “¿qué vas a hacerme?”, pero temía hacerlo; temía a lo que se aproximaba.
Tembló y dirigió la vista a la ventana cuando escuchó que el cierre de la cremallera de Ryo bajaba.
Observó su reflejo. No se sentía bien consigo mismo. ¿Qué le estaba sucediendo?
Dejarse llevar por algo tan banal como un beso, una caricia… Un abrazo…
Se quedó observando su pupila a través del reflejo. Intentaba encontrar una respuesta, algo más allá de su mirada. Bruscamente, pasó a ver las blancas sábanas que se extendían sobre la cama. La tanteó con ambas manos. El lugar donde estaba acostado Ryo seguía caliente. Agachó su cabeza hasta dar contra el colchón. Cerró los ojos y aspiró. Era el mismo aroma que había sentido cuando lo tuvo cerca. Sintió una suave caricia sobre su cuerpo y cómo un líquido frío se derramaba sobre su entrada, haciéndolo estremecer.
Quiso mirarlo, decirle que se detuviera, pero no podía. Estaba allí, aferrado a aquellas sábanas, intentando que aquel aroma quedara impregnado en su piel para siempre. Sintió una intromisión, lo cual lo hizo lanzar un gemido, el cual fue acallado por la almohada, la cual terminó mordiendo. Su vestido estaba llegándole ya a la altura de su cabeza, cuando unos suaves besos le recorrieron la espalda, mientras un segundo dedo se metía en su interior.
No podía creer que la persona que minutos atrás estaba a punto de comerlo vivo, ahora estaba derritiéndolo con dulces besos. Su respiración continuaba agitada. Ambos dedos jugaban con su cuerpo como querían, hasta el punto en que ni siquiera se había percatado de que estaba teniendo una erección. Necesitaba tocarse, pero en cuanto intentó bajar una de sus manos, la fiera encima suyo, quitó ambos dedos de su entrada y tomó ambas manos sobre su cabeza.
­ No me hagas esto… Ryo… - Susurró, como pudo.
Ryo acomodó el cuerpo del muchacho y suavemente envolvió su miembro con una mano, ocasionando que un sonoro gemido de placer escapara de sus labios. Comenzó a subir y a bajar en torno al miembro del muchacho. Sintió cómo con el paso del tiempo éste empezaba a incrementar su tamaño, al igual que sus gemidos. Podía escuchar cómo su nombre era susurrado de a ratos. Él se encontraba en la misma situación que su compañero, así que optó por soltarlo y atenderse a sí mismo, pero en cambio, se quedó viendo el hermoso espectáculo que tenía en frente. Sacudió su cabeza para ambos lados. Acostó la totalidad de su cuerpo sobre el de la persona que estaba frente suyo y se acercó a su oído…
­ Gomen ne…
Lentamente, sin dejar de acariciar a su compañero, se adentró en él.
Podían oírse provenientes de él gemidos que eran la suma del dolor y el placer. Sintió que estaba llorando, puesto que su respiración de volvió entrecortada, por lo que se detuvo, pero apenas se calmó, entró por completo, sin darle tiempo siquiera a respirar.
Estaba con la cara mordiendo la almohada. Su cuerpo estaba como si lo hubieran partido al medio y sin embargo tenía el descaro de gemir y sentir placer. Ryo se echó hacia atrás y comenzó a embestirlo pausadas veces, muy lento, simulando el movimiento de su mano sobre su miembro.
La habitación era decorada con cortos gemidos de placer que se volvieron en gritos de un momento a otro.
¿Dolor? ¿Qué era eso?
Ya estaba en el pasado. La sensación de placer que estaba experimentado en ese momento no tenía comparación con ninguna otra. Sintió un cosquilleo en todo su cuerpo, de lo cual Ryo se percató. Comenzó a embestirlo con más fuerza, hasta que sintió cómo un líquido se derramaba sobre su mano. Eso mismo sintió su acompañante al poco tiempo, en su interior. Ryo salió y se quedó sentado.
Frente suyo, el sujeto tomaba aire a grandes bocanadas. La peluca estaba prácticamente durmiendo a su lado y se topó con unos ojos castaños que lo miraban vidriosos. Sonrió. Se acostó a su lado y acarició su frente con dulzura, correspondiéndole su compañero cerrando sus ojos y dejándose llevar, intentando recobrar el aliento. Besó su frente, su nariz, sus mejillas. Sus labios temblaron al acercarse a los suyos, pero terminaron por posarse suavemente sobre ellos y se fundieron en un largo beso.
Hubiera seguido besándolo, de no ser porque su compañero cayó en un profundo sueño.
Volvió a sonreír. Se levantó. Le quitó lentamente el vestido, no vaya a ser cosa que se despertara y junto con la peluca, lo dejó sobre la mesa. Se acostó a su lado y tapó a ambos con las sábanas.
­ Bien hecho, Tegoshi.
Lo abrazo y se sumergió en el mismo sueño que Tegoshi.
La puerta de la habitación se abrió. Un sujeto de cabellos castaños entró rápidamente. Dirigió la mirada, cubierta por un par de lentes de sol, hacia el living, pero lejos de reparar en el desorden, le importaba más, dar con el ocupante de la misma.
Abrió la puerta del cuarto bruscamente, ocasionando que Ryo se despertara. Se quedaron largo rato mirándose. Tegoshi se movió.
­ Pi…

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