Extremamente hablando, gracias a Reborn me mentalicé con 80 fics distintos por cada pairing... Más o menos xD
Pero, aunque se crea o no, no todo es el yaoi en Katekyo D: por lo que me he tomado el atrevimiento de crear una historia con un personaje original mío... al extremo xD
El fic se llama Fiamme del pasatto, llamas del pasado en italiano, aunque seguramente vaya a cambiarle el título, si es que encuentro algo mejor xD
No voy a tirarles más spoilers acerca del fic, sino no tiene gracia xD pero en varios aspectos, creo que se va a parecer a la historia de Amano-san... Ya van a ver a qué me refiero :3
Así que, sólo me resta decir... Enjoy~ ♥
Objetivo 1: Los pensamientos de Misaki.
Furia.
Dolor.
Desesperación.
Una voz que clamaba por su pronta partida de este mundo…
Mátame…
Por favor…
Mátame…
Lágrimas… Y silencio.
El despertador sonó, como lo hacía cada día. Lo apagó y se sentó
en el futón. Su cabello castaño, mezcla de claro y oscuro, le cubría el rostro.
La muchacha se llevó una mano a los ojos y los restregó, haciendo que la luz
del sol entrara lentamente a ellos.
Luego de asearse, desayunar y vestirse, pasó con el morral puesto
sobre su hombro, por el cuarto de su madre, el cual estaba oscuro, siendo el
televisor encendido la única fuente de luz.
- Me voy, mamá – Le dijo a la persona que descansaba en el lecho. No
obtuvo respuesta, por lo que frunció el ceño y salió de la casa.
No le gustaba su uniforme, pero no le quedaba más remedio que
llevarlo. Tampoco le gustaba el instituto, al menos desde que ellos se fueron.
- Tenemos cosas importantes
que hacer, y no podemos llevarte – Le habían dicho.
- Sé la mejor en todo –
Le dijeron también.
Podría decirse que aquellos tres sujetos habían sido sus amigos, y
estaba feliz por eso, pero, a la vez, estaba enojada, porque nunca regresaron.
- Silencio, por favor – Dijo el profesor encargado del tercer año,
a lo que sus alumnos lo obedecieron al
pie de la letra -. El día de hoy presentaremos a dos nuevos compañeros. Pasen,
por favor - Una chica de cabellos castaños atado en una cola de caballo, con un
alegre aire juvenil, ingresó al salón, seguida de un muchacho alto, de cabello
albino que tenía una bandita sobre su nariz y vendas en ambas manos -. Sus
nombres son Miura Haru y Sasagawa Ryohei, sean amables con ellos por favor.
Los aludidos les dedicaron una reverencia a sus compañeros, a modo
de agradecimiento y se dirigieron a sus asientos.
En uno de los descansos, Ryohei protestó porque no tenían un club
de boxeo, mientras que Haru hizo amistad fácilmente con varias de sus
compañeras. Misaki salió del salón con su obento y se dirigió a la terraza.
- Sé la mejor en todo…
Era por él que seguía, era por él que estaba en ese lugar. La
terraza de la secundaria era el único lugar donde podía estar en soledad, en
tranquilidad. Ya no se oían las tontas discusiones por un trozo de comida que
tan alegre la hacían, que tan viva la hacían sentir. Se sentía sola y eso no
tenía vuelta atrás. Deshizo su cola de caballo jalando del listón color añil
que lo ataba en lo alto de su cabeza.
- No sabíamos qué regalarte…
Te conocemos… Pero parece ser que no lo suficiente…
Sonrió al recordar la situación.
Ahora, si el día en que ellos se fueron hubiera sido su
cumpleaños, hubiera pedido que no se fueran, aunque fuera egoísta.
La puerta abriéndose la sacaron de sus pensamientos y volteó la cabeza.
- Ahhh… Perdón. No sabía que había alguien aquí…
- Tú eres… El nuevo chico… ¿No?
- Sí – Dijo el aludido acercándose a ella -. Mi nombre es Sasagawa
Ryohei, ¿el tuyo?
- Yo soy… Misaki… Takarano Misaki.
- Encantado de conocerte – Sonrió el muchacho -. ¿Está bien que
almuerce en este lugar?
- Seguro. Ryohei – Dijo la aludida, atándose el cabello.
- ¡¿¿Hahi??! ¿Qué ella almuerza sola?
- Es una chica medio rara.
- No te le acerques demasiado, Miura-chan.
Soledad y encerramiento. Esas eran las palabras que mejor
describían a Misaki, según sus compañeras.
- Aunque ahora que lo pienso - Dijo una de las muchachas -… Ella
empezó a ser así desde que esa gente
se fue…
- ¿Qué… gente…? – Preguntó Haru, tragando en seco.
- Takarano antes formaba parte de un grupo de personas un poco
raras de la preparatoria… La pandilla Kokuyo…
- Pandilla… Kokuyo…
- La pandilla Kokuyo estaba integrada por Kakimoto Chikusa,
Joshima Ken y - La muchacha miró para ambos lados y se acercó a Haru, a quien
le habló en voz baja -… y Rokudo Mukuro.
- Rokudo Mukuro… - Repitió Haru.
- Gracias por la comida – Dijo Misaki.
- Estaba extremadamente rico – Agregó Ryohei.
- ¿Tu madre lo cocinó?
- No, mi hermana Kyoko.
- ¿Tienes una hermana? Me pregunto cómo será…
- Es muy distinta a mí.
- Ya veo.
- ¿Tú tienes hermanos?
- No – Respondió, negando con la cabeza -, soy hija única. Y…
¿Cuántos años tiene?
- Tiene un año menos que yo.
- Ahhhh… ¿Viene a Kokuyo también?
- No, ella va a la preparatoria Namimori.
- Namimori… ¡Ah! El pueblo vecino… ¿Sus padres están separados?
- Eh… Ah… Algo así – Sonrió Ryohei. El sonido del timbre sonó,
interrumpiendo el almuerzo -. ¿Qué clases hay ahora?
- Gimnasia – Respondió Misaki, desganada.
- ¿Por qué esa cara?
- Ya lo comprobarás con tus propios ojos…
La clase de Gimnasia, al ser época de verano, se llevaba a cabo en
las piscinas de la preparatoria. Los chicos estaban de un lado del enrejado y
las chicas nadando del otro.
- Ahora entiendo a qué se refería – Susurró Ryohei, para sí.
Los gritos de los chicos se oían incluso fuera de la escuela.
Las chicas debían hacer una competencia en grupos de a tres a lo
largo de la piscina. Llegó el turno de Misaki, quien fue observaba en forma
minuciosa por Ryohei.
- «No demuestra cambio alguno
en sus emociones… Pero no es como Haru me lo dijo…»
- Parece ser que tuvo una
experiencia traumática en la piscina de la escuela. Quien la salvó fue… Rokudo
Mukuro… A partir de ahí, es que Misaki-chan se juntó con ellos, con la pandilla
Kokuyo. Pero nadie sabe a ciencia cierta por qué una chica como ella empezó a
seguir a esos pandilleros.
A diferencia de lo que él sabía, Misaki se metió sin miedo alguno
a la piscina, claro, después de quedarse un rato mirando su reflejo en el agua.
Aunque parecía que no iba a ganar la competencia, rápidamente alcanzó a la que
iba primera y terminó ganando.
- «Esa chica… Tiene algo…»
Esa tarde, Misaki regresó a su casa.
- ¡Llegué!
No recibió respuesta, pues su madre no estaba. Desde el buzón
cayeron facturas vencidas, preavisos y avisos de cortes. Deudas, eso era todo
lo que obtenía.
No sabía de qué trabajaba su madre. A decir verdad, no quería
saberlo tampoco, pero tal parecía que el dinero que ella ganaba no alcanzaba, o
que no le importaba gastarlo en cosas del hogar.
Tenía que conseguir un trabajo de algún lado, pero, ¿de dónde?
A la tarde siguiente
se cumplió ya un año desde que ellos no estaban.
Se dirigió a
las ruinas de parque de atracciones Kokuyo Land, al cual entró. No se percató
de la presencia de alguien más en ese lugar.
En medio del
complejo, se alzaban tres pequeños montículos de tierra, frente a los cuales,
Misaki se arrodilló.
- Vine a
despedirme. He conseguido un pequeño trabajo en Tokio. Más bien en… un club de
host… Sé que no es de lo mejor, pero es todo lo que puedo conseguir para seguir
viviendo donde lo hago actualmente. Si estuvieras aquí me detendrías, ¿verdad…,
Mukuro-san? – Un sinfín de lágrimas se desbordaron de sus ojos, hasta que se
puso de pie -. Nos volveremos a ver… Algún día…
- Misaki…
Al día
siguiente, Misaki se dirigió a la preparatoria a explicarles el motivo de su
renuncia.
- Miente si es estrictamente necesario –
Fue otro de los consejos de Mukuro.
Su madre había conseguido un mejor trabajo en Tokio, eso fue lo
que dijo.
Cuando salió, la voz de Ryohei llamándola la detuvo.
- No te vayas.
- ¿Eh?
- Escuché que te vas a Tokio, no te vayas. Si necesitas dinero,
tengo un amigo en Namimori que tiene un negocio, quizás necesite gente.
No estaba seguro de eso al cien por ciento, pero tenía que
decirlo, ella no podía irse, no debía irse a Tokio.
- Guardián del sol… Cuídala…
Hasta que yo llegue… Cuida a Misaki…
Le había sorprendido sobremanera el pedido del Guardían de la
niebla, pero de alguna manera, comprendió que no podía aparecérsele a Misaki
como si nada, sobre todo cuando ella creía que estaba muerto.
Tenía que protegerla, y no había mejor manera que haciendo que
ella fuera a Namimori, con el resto de la Familia.
- Namimori…
- ¡Sí! Espera hasta la semana que viene. La semana que viene irás
a Namimori con un nuevo trabajo al extremo.
Sonrió.
Le dio gracia el comentario, pero accedió. De alguna manera,
sentía que conocía a Ryohei de algún lado, sentía que esa amabilidad la había
sentido alguna vez.
A la semana siguiente, tal y como lo había predicho, Ryohei la
llevó a Namimori.
- El lugar de llama Take sushi, es un pequeño restorán famiiar. Necesitan
una camarera – Le decía el muchacho, mientras se encaminaban al negocio -. Todavía
no he encontrado un lugar para que te hospedes… Pero en el transcurso del día
te lo conseguiré, no te preocupes por eso.
- Ryohei… Muchas gracias – Le sonrió la muchacha.
Ambos entraron al restorán, en el cual sólo estaba el dueño del
lugar, cortando un pescado.
- Ah… Buenos días.
- Buenos días, Yamamoto-san – Lo saludó Ryohei, acercándose, junto
a Misaki -. Ella es la chica de la que le he hablado.
- Ahhh… Takarano Misaki-chan, ¿no?
La aludida asintió con la cabeza y le dirigió una reverencia.
- Gracias por la ayuda, señor.
- No es nada, muchacha – Sonrió el hombre -. Verás, estamos
necesitando una camarera. El trabajo no es difícil, tan sólo tomar los pedidos
de la gente y llevar sus platos cuando estén listos. ¿Estás dispuesta a
hacerlo?
- Claro que sí.
Estaba entusiasmada, quería ese trabajo.
Empezó a los pocos minutos, pasando el trapo por varias de las
mesas a la espera de los clientes. Después de eso, no tuvo ni un minuto de paz.
Los clientes no dejaban de llegar y eso la alegraba. Su bolso estaba del otro
lado del mostrador.
El dueño le dijo que le dio aviso a su hijo acerca de su
situación, por lo que no tenía que preocuparse acerca del alojamiento: si no
era Ryohei, su hijo le conseguiría algún lugar donde descansar.
A la tarde, se acercó al muchacho que se sentó solo, dejando su
morral en el asiento ubicado frente suyo. Misaki se le acercó.
- ¿Va a tomar algo?
Su cabello era plateado y sus ojos de color verde. El muchacho se la
quedó mirando, a la vez que sus mejilas comenzaron a tomar una tonalidad
rojiza, que la hizo reír.
- Eh… No… Estoy… Esperando a alguien… - Pudo alcanzar a decir.
- Está bien, pero, de todos modos, ¿no va a tomar nada?
- N… No, no, no. Estoy…
- Lamento la tardanza.
Un sujeto alto, de cabellos y ojos oscuros abrazó al muchacho de
cabello albino por detrás, haciendo que este agachara su cabeza, para ocultar
su sonrojes.
- «Esto… se me hace familiar…»
- ¡Ah! Tú debes ser Misaki, ¿no?
- ¿Misaki? – Preguntó el muchacho “abrazado”.
- Sí. Ella está trabajando aquí a partir de ahora. Misaki, mi
nombre es Yamamoto Takeshi y él es Gokudera Hayato.
- Encantada de conocerlos – Dijo la aludida con una sonrisa -.
¿Quieren que les traiga algo de beber?
- ¿Te molesta si puede ser agua? – Pidió Takeshi, avergonzado -.
La práctica del día de hoy me dejó fulminado…
- Qué raro… Eres un idiota del béisbol después de todo…
- ¡Ja, ja, ja! Puede ser – Respondió Takeshi, abrazando aún más a
Hayato, ocasionando que este, intentara zafarse del agarre, fallando
miserablemente.
Misaki se dio media vuelta para ir por las bebidas, en el momento
en que sintió que alguien la observaba, algo sumamente familiar, una sensación
familiar. Cuando se dio vuelta, no había nadie, solo la puerta cerrada del
restorán y la gente que pasaba del otro lado.
Por favor… Mátame…
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