viernes, 5 de agosto de 2011

[fic] fiamme del pasatto ~ Objetivo 3

       Chrome no puede ser tan linda~ ♥
Hirano Aya - God knows...
      En casita :B


Antes de irme, no puedo hacerlo sin subir otro epi más.
Esta Misaki tiene más misterios encima que los Arcobaleno D:
Ahora parece que la persiguen, ¿¿qué mierd* tiene esta pibaaaaaaaa~~??




 Objetivo 3: Amor ・ Despertar: Una situación desesperada.

Una pequeña mano la meció. No supo qué hora era, pero eso la despertó. Cuando abrió apenas los ojos, vislumbró la hora en el reloj. Aún quedaban cinco minutos para que la alarma sonara.
Esa pequeña mano volvió a mecerla. Ladeó su cabeza para ver quién era su dueño, hallándose con un lloroso Lambo.
- ¿Qué sucede, Lambo? – Preguntó Misaki, en voz baja, para no despertar a Tsunayoshi.
- Quiero hacer pipí… - Susurró el pequeño.
Sin entender por qué no fue solo al baño, la muchacha se levantó y bajó las escaleras con el niño vaca entre sus brazos. Lo hizo entrar al cuarto de baño y ella se quedó del otro lado de la puerta.
- ¡Ah! ¡Misaki-chan! – La sorprendió Nana, saliendo de la cocina -. Estaba por ir a despertarlos. ¿Me harías el favor de despertar a Tsu-kun?
- ¿Eh? Pero la alarma debería de haber sonado ya.
Un grito proveniente del cuarto de Tsunayoshi, las alertó. Misaki subió corriendo las escaleras y halló al biombo que separaba la habitación en dos sobre Tsunayoshi y a Reborn sentado sobre el biombo.
- Ciaossu, Misaki.
- Reborn…
- ¡Bájate de encima de mí, Reborn! – Exclamó Tsunayoshi.
Misaki rió, por lo cual el Arcobaleno y el muchacho la miraron.
- Tsuna, ¿vamos a desayunar?
- Ah… Sí… - Dijo el aludido -. Se la ve alegre, ¿no, Reborn? – Preguntó, luego de que la muchacha se fuera.
- Sí… Hoy llegan, ¿verdad?
- Según los cálculos de Hibari, sí.
- Ya veo.

Tsunayoshi bajó las escaleras, se aseó y se cambió. Llegó a la cocina, donde vio sentados a Bianki, Lambo, I-Pin y Reborn. Misaki llevaba a la mesa la comida que estaba preparando Nana.
Desayunaron normalmente, hasta que el timbre sonó.
- ¡Ah…! ¡Debe ser Kyoko-chan! – Exclamó Tsunayoshi, con una tostada en la boca.
- Termina de comer antes de ir a saludar a tu amada – Dijo Bianki, dándole arroz a Reborn con los palillos.
- Sigues siendo un inútil Tsuna después de todo… - Dijo Reborn.
- ¡¡Cállense los dos!! – Exclamó el muchacho, rojo como un tomate.
Tsunayoshi se levantó y se dirigió a la puerta. Al abrirla, y tal y como su instinto detectivesco predijo, Kyoko estaba al otro lado.
- Buenos días, Tsu-kun – Dijo la muchacha con una dulce sonrisa, a lo que suavemente, Tsunayoshi acercó el cuerpo de Kyoko al suyo y le propinó un beso en los labios.
- Buenos días, Kyoko.
La rubia sonrió, abrazando al muchacho.
- Ah… ¿Cómo pasó la noche, Misaki-chan?
- Bien. Gracias por el trabajo que te estás tomando, Kyoko – Agradeció, acariciando su cabellera.
- No es nada – Dijo la aludida, negando con la cabeza -. Me encanta ser de ayuda para ti.
- ¿Entras?
- Sí.
Kyoko entró a la casa y luego de saludar a todos, esperó a que Misaki y Tsunayoshi se cambiaran para dirigirse a la secundaria. Camino a la misma, se encontraron a Hayato y Takeshi.
- Kyoko-chan, ¿hoy tampoco vendrá Ryohei? – Preguntó algo extrañada Misaki.
- Ah… Eh… Es que… - Titubeó la rubia, pensando -. ¡Es que tuvo una fiesta con su equipo y vendrá otro día! – Exclamó.
- Ahh… Bueno… Oniisan ya vendrá. De todos modos, tiene las clases cubiertas por ese torneo – Dijo Tsunayoshi.
No muy convencida, la muchacha sonrió.

Estando a unos pasos del portón de la secundaria, la aparición de Kyoya los sorprendió.
- Hi… ¡¡Hibari-san!! – Exclamó Tsunayoshi, entrando en un estado de pánico.
El morocho sacó a relucir sus tonfas.
- Dile que no sea tan ruidoso a la mañana, Sasagawa.
- Ah… Sí… - Respondió Kyoko, con una sonrisa.
- Lamento mi comportamiento el otro día, Takarano – Dijo Kyoya, rápidamente y entró con pasos ligeros a la secundaria.
- Parece que eso le ha costado a Hibari… - Le susurró Takeshi a Hayato.
- Me pregunto… si habrán sido órdenes suyas… - Le dijo.
- ¿Vamos? – Preguntó Kyoko, agarrando el brazo de Tunayoshi.
- Sí…

Entraron al salón y todos los ojos se posaron en Misaki.
- ¿No te enteraste? – Le dijo Hana a Kyoko y a la morocha -. Takarano se ha vuelto la segunda chica más popular de la secundaria.
- ¿Quién es la primera?
- Kyoko, por supuesto.
La aludida respondió con una sonrisa.
- Veo por qué…
- Si tú sonrieras más, Kyoko perdería el puesto, así que no lo hagas – Dijo Hana.
- No tengo motivos para sonreír…
- Misaki-chan…
- ¡Sentados! – Exclamó el profesor, entrando, a lo que la masa cumplió al pie de la letra -. El día de hoy tenemos compañeros nuevos.
- «Está aquí…», pensó Tsunayoshi, sudando frío. Quiso girar su cabeza para mirar a Misaki, pero iba a ser visto por el profesor. Takeshi imitó su acto, ya que estaba en diagonal a la muchacha. Muy lejos de importarle sus nuevos compañeros, la muchacha estaba terminando de resolver un problema de Matemática.
- Pasen, por favor.
Tres sujetos entraron. Uno de ellos se llevó los suspiros y los gritos de sus nuevas compañeras.
Frunciendo el ceño al no poder concentrarse en el problema, Misaki levantó su vista. Quería saber qué tan interesante eran “los nuevos” como para que hubiera tanto barullo. Sus ojos se transformaron por completo al darse cuenta de quienes eran aquellos sujetos.

- ¿Han llegado? – Le preguntó Kyoya a Tetsuya, quien entraba al salón del comité disciplinario.
- Sí, señor, ya están en el salón que les fue asignado.
- Bien – Dijo el morocho, volviendo su vista al cielo.

- Pueden ir a sentarse – Dijo el profesor a los nuevos estudiantes.
- Son más molestas que tú, Ken – Dijo el más alto de los tres, dirigiéndose, junto con los otros a unos asientos al fondo de todo.
- ¡Cállate-byon! – Exclamó el aludido, como pudo.
- Ken, Chikusa, cálmense – Dijo el tercero de los muchachos. Los dos primeros, sonrieron a su manera, al pasar al lado de Misaki.
- Misaki, tanto tiempo.
- Misaki-san-byon.
Ken y Chikusa se dirigieron a sus asientos, pero el tercer hombre, se quedó unos momentos al lado de Misaki, aprovechando que el profesor estaba dándole la cara al pizarrón.
- Ha pasado tiempo, Misaki.
No podía pronunciar palabra. Ni siquiera podía levantar el rostro para mirarlo. No quería que eso fuera una jugada de su mente, no quería que desaparecieran de nuevo. Apretó su puño sobre el cuaderno, haciendo que Mukuro lanzara una melodiosa risita.
- Y sigues siendo tan adorable como siempre – Remató el hombre, acariciando la cabeza de la muchacha con ternura.
- Rokudo, ve a tu asiento.
- Sí, profesor – Dijo el aludido, con un falso tono infantil.

La clase pasó tan amena como de costumbre. Al sonar el timbre, para la hora del almuerzo, Takeshi fue el primero en salir del salón para dirigirse a donde se hallaba Kyoya. Al llegar, vio salir a Dino.
- ¡Ah! ¡Dino-san!
- Yamamoto, ¿cómo estás? – Preguntó el rubio, con su usual sonrisa.
- Bien, pero… Qué raro verte por aquí…
El aludido rió.
- Ya todos lo saben, no hace falta que lo ocultes.
- ¡Ja, ja! Es verdad, y es por eso mismo que lo pregunto.
- ¿Yamamoto?
- ¿Sí?
- Ya he sido reprendido por Kyoya y hasta por tu Jefe acerca de mi accionar. Tú no eres nadie para juzgarme, ¿de acuerdo?
- Como digas – Respondió el aludido, con una sonrisa, la cual se transformó por completo al cabo de unos segundos -. Pero me han dado una misión, y espero que no te entrometas en ella.
- Por supuesto que no – Dijo el rubio, alejándose.
Takeshi ingresó al salón. Tetsuya, al verlo, salió.
- Ese tipo… - Dijo el recién llegado, en referencia a Dino.
- Déjalo – Dijo Kyoya -. Más importante, ¿llegaron bien los invitados?
- Sí. Misaki se lo tomó bien… Supongo…
- ¿Pretendes que escriba un “supongo” en el reporte? – Preguntó Kyoya, frunciendo el ceño.
- No, para nada. Es sólo que con la llegada de Mukuro, Misaki se ha vuelto más torpe y se pone nerviosa por nada.
Kyoya suspiró.
- Voy a tomarme hasta el viernes para la redacción. Mantenme informado de cualquier cosa que suceda.
- Así será.

Mientras tanto, en la azotea, la pandilla Kokuyo, en compañía de Misaki, se disponían a almorzar.
Los tres muchachos estaban sentados en ronda, pero la única mujer del grupo, se levantó y se acercó al enrejado que cercaba el lugar.
- No más secretos, ¿de acuerdo? – Dijo.
Ken y Chikusa miraron a Mukuro.
- No más secretos – Repitió el líder.
- ¡Hablo en serio! – Exclamó la muchacha, mirándolos, ocasionando sorpresa en los tres que la oían -. Hablo en serio… - Repitió, cabizbaja -. No saben lo que los… extrañé… Pensé que se habían muerto y…
- Nos hiciste tumbas – Dijo Mukuro, comiendo un poco de su comida.
- ¿Eh? ¿Cómo?
- Lo vimos-byon – Dijo, sacando un paquete de golosinas de su obento.
- No debiste hacer cosas sin saber nuestra situación antes, Misaki – Reprochó Chikusa.
- Encima… Fui atacada por Kyoya---
- ¿Qué te hizo qué? – Dijo Mukuro, clavando su mirada en la muchacha.
- Cuando mencioné el nombre de Mukuro-san, quiso atacarme, pero Ryohei lo detuvo.
- Mukuro-sama, cálmese – Dijo Chikusa.
- ¿Quieres que me encargue de ese tipo-byon?
- No, no hace falta. No ha llegado a poner un dedo sobre Misaki, así que está bien – Dijo el aludido, levantándose y acercándose a la muchacha -. Y eso va para cualquiera que intente hacerle daño: todo aquel que intente lastimar a mi Misaki, se verá cara a cara con la Muerte.
Mukuro posó su mano sobre la cabeza de la muchacha, ocasionando que ella la bajara al sentir sus mejillas arder. Una persona rió al oír las palabras de Mukuro, desapareciendo en el acto. El líder de la pandilla miró hacia donde estaba ese sujeto, pero no vio a nadie.
Se dispusieron a almorzar tranquilamente, cuando sonó el timbre que marcaba el comienzo de las clases. Los cuatro se levantaron, pero Misaki se quedó viendo el cielo que se extendía más allá de la escuela.
- Siempre pensando en lo que hay más allá – Dijo Chikusa.
- Vamos yendo-byon.
- ¿Nos alcanzas luego? – Preguntó Mukuro, recibiendo una respuesta afirmativa por la cabeza de Misaki.
Los tres bajaron las escaleras y se dirigieron a su salón, mientras que la muchacha se quedó mirando un partido de béisbol en el que estaba participando Takeshi, desde la azotea. Vislumbró una sombra que le miraba desde la arboleda del patio. Se sorprendió un poco, pero al desviar la vista y volverla, no vio nada.
- Qué raro… ¿Será mi imaginación?
Giro su cabeza para ver su sombra. Se quedó un rato mirándola, para darse cuenta de que se movía cuando ella estaba quieta. Volvió sobre sus pasos, pero aquella sombra, su sombra, seguía allí.
- Definitivamente, eres una persona especial. Al fin te encontré.
La sombra se elevó y dos ojos desorbitados salieron de allí, mirando a la muchacha.
Con el corazón de la boca, la aludida, entró corriendo al edificio, llegando a bajar hasta el primer descanso para observar la puerta de la terraza, la cual estaba pronta a abrirse.
Sin mirar atrás, siguió corriendo por los pasillos, llegando al único cuarto ocupado en todo el piso.
- No corresponde que corras por los pasillos – Dijo Kyoya.
- Me… Me… - Tragó saliva. Estaba tan agitada que no podía hablar.
El muchacho, percatándose de algo, se acercó a la puerta, agarró a Misaki del brazo y la puso contra su espalda.
- Aléjate de la puerta – Susurró, para mirar la puerta cerrada a los pocos segundos -. ¿Quién eres?
- Eres realmente importante para estar aquí. Pero…, ¿no has terminado ya la secundaria como para estar aquí?
Kyoya vio un centenar de sombras negras que entraban a la habitación. Llevando a Misaki a la rastra, la sacó de la habitación y cerró la puerta.
- ¡¡Kyoya!! ¡¡Kyoya!! ¡Abre la puerta! – Gritó la muchacha desesperada.
- No tienes ni idea de la persona a la que le estás hablando – Dijo el muchacho, al otro lado de la puerta -. Ve con Tsunayoshi y el resto, ahora mismo.
Haciendo caso a las palabras del morocho, se dirigió corriendo al salón, pero camino al mismo, una sombra le agarró la mano y gritó.
- Eso fue… - Dijo Takeshi, mirando la puerta cerrada del salón.
- ¿Ocurre algo Yamamoto?
- Eh… N.. No… Supongo…
Takeshi miró a Mukuro, quien comprendió el significado de esa mirada. Junto con Tsunayoshi se levantaron de sus asientos y salieron corriendo del salón.
- ¡Ustedes dos! ¡Vuelvas aquí!
- ¡Discúlpenos un momento, profesor! – Dijo Mukuro, dejando pasar primero a Tsunayoshi.

Misaki llegó a una zona arbolada del patio de la secundaria.
Se arrodilló apoyando su cuerpo contra uno de los árboles para tomar aire.
- Veo que no eres para nada inteligente – La muchacha levantó la vista, pero no vio a nadie -. Utilizo las sombras para moverme y tú… - Una mano saliendo de una sombra emergente del suelo agarró a la morocha del cuello y la levantó -. ¡Y tú vienes a esconderte en una zona llena de ellas! Jijiji… Vamos, despierta. ¿O puedes llamar a tus débiles amiguitos así?
- «Tiene razón… Yo… no puedo…» Ky… K… Ah…
- ¿Intentas llamar a tu amigo? Jijiji… si supieras lo débil que fue.
- «No… Kyoya no es débil… De hecho, es muy fuerte… Yo… Si sigo así… ¡Voy a morir!»
- ¡¡Jijijiji!! Eso es, eso es – Dijo el enemigo vestido con un traje negro de hule, mientras oprimía aún más sus vías respiratorias -. Despierta por completo. ¿Eh? ¿Tentáculos? - Cuando se dio vuelta, vio que un par de tentáculos salidos de la nada lo estaban agarrando por sus extremidades -. ¡¡¡JAJAJAJAJA!!! ¿Ves el débil alcance de tu poder? ¡¡Con esto, no vas a derrotarme!!
- «Alguien que… me salve…»
La muchacha cerró sus ojos, pero a los pocos segundos, tras hallarse en el suelo y sin agarre, levantó apenas la cabeza y abrió sus ojos.
- ¿Muku… ro-san…?
- ¿Se encuentra bien, Misaki-sama?
- «¿Una chica… con el peinado de Mukuro-san?»
- Bien hecho, Chrome – Mukuro cargó a Misaki y la llevó de allí -. ¿Te encuentras bien? – La aludida asintió con la cabeza.
Una vez que se fue, Tsunayoshi se acercó al enemigo.
- Tú decides. Te vas o mueres aquí.
- Creo que mejor… Jijiji… Me voy…
- ¿Por qué lo dejó escapar, Jefe?
- No tiene una pizca de fuerza. Estoy seguro de que… Le rogó a Hibari que le perdonara la vida. ¿Puedes ir a ver cómo se encuentra, Chrome?
- Sí – La muchacha estaba por emprender su camino al interior de la secundaria, cuando se volvió -. ¿Y Misaki-sama?
- Mukuro está con ella. No tienes de qué preocuparte – Le dijo Tsunayoshi, con una sonrisa.

- Tienes un imán para los problemas – Le dijo Mukuro a Misaki.
- Cállate – Le dijo la muchacha, dándole la espalda, acostada en la camilla, hecha un ovillo -. Tú eres un problema.
- Kufufu… No digas cosas que no sientes, Misaki.
- ¡Misaki! – Gritó Hayato, entrando a la enfermería.
- ¿Estás bien? – Preguntó Takeshi, preocupado.
Mukuro se levantó.
- Te dejo en buenas manos, Misaki.
- ¿Adónde vas? – Preguntó Hayato.
- Tengo que ver a una persona – Respondió el aludido, sonriendo.

Mukuro llegó al salón del comité disciplinario, golpeó la puerta suavemente y entró. Parada en medio del salón estaba Chrome y, sentado en un sillón frente al escritorio, Kyoya.
- Mukuro-sama…
- ¿Cómo está Takarano?
- Evoluciona bien. ¿Cómo te fue a ti?
- Tuve que dejarlo ir. Era demasiado débil para mí.
- Ya veo – Mukuro miró a Chrome -. Apareciste en un buen momento, Chrome. Si no hubiera sido por ti…
- Es tu deber protegerla, si no me equivoco – Dijo Kyoya.
- No es de tu incumbencia. Además, se suponía que iba a ir detrás nuestro al salón. Y no me he unido a ustedes porque me importe su misión. Lo hago por Misaki.
- Va a terminar juntándose a los otros herbívoros de todos modos.
- Será así, Kyoya – Dijo Dino, apoyando su cuerpo contra el umbral de la recién abierta puerta.
- Cavallone… - Dijo Chrome.
- Tú no tienes que hacer nada aquí – Le dijo Mukuro, mientras el rubio se acercaba y se sentaba sobre el escritorio de Kyoya.
- Te equivocas. Yo tengo mis propios asuntos qué tratar en Japón. Recuerda quien soy, Rokudo Mukuro – Le dijo, devolviéndole una mirada fulminante.
- Me importa muy poco tus asuntos. Sólo intenta mantenerte LEJOS de Misaki.
- Tu maestro siempre es tan agradable, ¿no, pequeña Chrome? – Le dijo Dino a la muchacha, luego de que Mukuro se fuera, a lo que la chica no respondió y siguió presurosa los pasos del hombre.

Ya era tarde en casa de Tsunayoshi. El sol se ponía cuando Chrome y Kyoko jugaban con Fuuta, I-Pin y Lambo en el patio, siendo observados minuciosamente por Misaki, Reborn y Tsunayoshi.
- Aquí tienen – Dijo Takeshi, dándole un vaso de jugo a cada uno, siendo seguido por Hayato y Mukuro, quienes se sentaron a su alrededor.
- Qué raro ha sido el día de hoy – Dijo Tsunayoshi.
- ¡Ah! ¡Me olvidé de preguntarle! Mukuro-san, ¿quién esa aquella chica? – Dijo Misaki.
- ¿Chrome? Mhh… Digamos que es… Una parte de mí.
- ¿Una parte suya?
- Síp. Es algo bastante largo de explicar, pero me ha acompañado en todo el camino que recorrí desde que nos alejamos de ti.
- Ah… Ya veo.
- ¡Escuchen todos! ¡Escuchen todos! – Gritó Lambo, acercándose a ellos.
- ¡No! ¡Lambo! – Gritó Chrome, sonrojada, acercándose a él.
- ¿Qué sucede, Lambo? – Preguntó Tsunayoshi.
- ¿A qué no saben quién es la persona más importante para Chrome~~?
- ¡Basta! ¡No le crean!
- Claro que lo sabemos, ahouushi. Deja de molestar a Chrome.
- No lo saben, no lo saben.
- Lambo-chan, deja de contar los secretos de Chrome-chan – Lo regañó Kyoko.
- No es secreto, Kyoko – Dijo Tsunayoshi, sonriendo.
- No es Mukuro, no es Mukuro – Dijo Lambo.
- Oya, oya, esto es interesante – Dijo Mukuro, siendo observado por todos -. Entonces, niño vaca, ¿quién es esa persona?
- Es Misaki~~
- ¿Misaki? – Preguntó Takeshi.
Cuando miraron a Chrome, estaba roja como un tomate.
- «Chrome es… una parte de Mukuro-san…» Ju, ju… - Todos miraron a Misaki, quien empezó a reír -. Gracias, Chrome – Dijo la muchacha mirando a la aludida con una sonrisa.
- Eres demasiado inocente, Misaki – Dijo Mukuro.
- Cállate, ya te dije que tú eres mi problema.

A la noche, Misaki estaba durmiendo, cuando Tsunayoshi se despertó al ver brillar su anillo. Se sentó en la cama y al ver para el lado de Misaki, observó brillar el Pacificador de Reborn.
- ¿Cuánto tiempo más va a durar? – Preguntó Tsunayoshi en voz baja.
- Tiene que ser más fuerte.
- Lo sé…

- Así está bien, Misaki – Dijo Mukuro, de pie frente a la casa de los Sawada, mirando el resplandor proveniente de la ventana -. Te dije que no quiero que te le acerques, Cavallone.
- Parece que me descubriste – Dijo el aludido, acercándosele, saliendo de la esquina donde estaba escondido -. De todos modos, no estoy cerca suyo… en estos momentos - Enardecido con la sola presencia del rubio, Mukuro hizo aparecer su tridente y metió el cuello de Dino entre dos de los dientes -. No estás en posición de hacer eso, Rokudo Mukuro.
Oyó un sonido a sus espaldas. Cuando se percató de ello, cayó en que cinco armas lo estaban apuntando a quemarropa sobre su cabeza.
- Kufufu… - Dijo el aludido, para convertirse en niebla y aparecer fuera del círculo -. Al menos no necesito de cinco tipos para pelear contra ti.
- Fue sólo prevención.
- Parece una amenaza.
- Tú atentaste contra mi vida primero.
- Me entero de que intentas hacerle algo a Misaki y te mato.
- Y dices que no es una amenaza.
Acto seguido, desapareció.
- ¿Lo seguimos, Jefe? – Preguntó Romario.
- No, déjenlo. No vale la pena. Además, si le pasa algo… - Miró la ventana del cuarto de Tsunayoshi -. Ella se pondrá triste.

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